Comienzo este texto dejando en claro que no me considero ningún tipo de intelectualoide, académico o investigador de algún área particular del conocimiento. Tan solo soy un músico que intenta ser un creador, y si es que dedico tiempo a escribir, trato temas que son parte de mi vida, de mis experiencias, de todo lo que me inspira y de mi más profunda inquietud por desentrañar una fracción de los misterios que inundan nuestro entorno.
Lo que trataré en este texto es un tema que ha aparecido y reaparecido regularmente en mi vida cotidiana y en mis estudios.
En la mayoría de las culturas de la humanidad podemos encontrar por medio de mitos, leyendas y tradiciones la existencia de objetos de poder, es decir, algún tipo de artefacto que por manipulación o por su propia naturaleza contiene una poderosa fuerza misteriosa, la cual puede ser desatada consciente o inconscientemente por alguna entidad, con fines benéficos o malévolos. Dicho objeto resulta ser algo bastante natural y común, inserto en el inconsciente colectivo, a pesar de lo irracional e ilógico que podría parecer una cosa cuyo espacio interior resulta ser incalculablemente mayor al volumen exterior que posee.
He querido tratar este fenómeno, debido a que siempre me ha generado una gran atracción y en vista de que menciones respecto de estos objetos aparecen recurrentemente en la literatura tanto de ficción como de fantasía o mágica, así como también dentro de las actuales ciencias, como la física teórica en el marco de la relatividad general y la física cuántica; y finalmente también es algo no menos presente en el mundo onírico.
El primer encuentro que recuerdo haber tenido con uno de estos objetos fue el cuadro de Gisela Verdessi, que se titula El Ángel se sostiene la esfera maligna, en él hay un ángel femenino con una apariencia muy estilizada y aparentemente frágil, pero que sin embargo tiene la suficiente fuerza como para contener una poderosa esfera que irradia una energía sobrenatural. Al poco tiempo de relacionarme con este cuadro, durante el año 2006 tuve un sueño en que alguien o algo dejaba una esfera maligna en mi habitación, mirar su interior generaba una sensación muy intensa de agotamiento. Esta esfera, en su interior contenía una sería de colores tornasolados, indefinibles y fulgurantes, yo no era capaz de manipularla y ni de sacarla, por lo que cada vez que llegaba a mi habitación estaba ahí, su presencia me atormentaba mentalmente y me afectaba anímica y energéticamente. Desde aquella vez, la presencia de estos objetos de poder comenzaron a ser recurrentes.
Realmente ignoro si alguien ha dedicado un estudio completo y exhaustivo respecto de la información que he acumulado y que me inquieta profundamente poder plasmarla en este momento, sin conocer por ahora una finalidad exacta y aplicable a nuestra realidad en términos físicos.
He comenzado este texto hablando sobre los objetos de poder, en estos podemos incluir lo que en la cultura popular son conocidos como esferas mágicas, o bolas de cristal, que actúan como suerte de espejos que permiten ver lo que yace fuera de nuestro alcance, más allá de los límites temporales y espaciales. Hasta aquí se podría decir que no parece algo muy complejo. Una característica importante de estos objetos es el sentimiento de atracción y deseo que los individuos tienen hacia él, como si de algún modo aquel objeto tuviera una vida propia y decidiera influir sobre su potencial portador, con el objetivo evidente de que su poder interno sea liberado. Tal cual como el genio oculto en la lámpara mágica, presente en los relatos de Las mil y una noches, cuyo mito tiene sus orígenes mucho antes del surgimiento del islam. Una referencia contemporánea podemos hallarla en la novela Hellraiser de Clive Barker, en la cual el protagonista adquiere una caja negra en el que al ser resuelto su acertijo surgían los Cenobitas, unos extraños seres de otro mundo de apariencia sadomasoquista capaces de cumplir cualquier deseo a cambio de pagar con un castigo. Al parecer, la persona que posee este objeto de poder, es presa de una gran tentación sin importar su precio.
En estos casos ya no sólo hablamos de un tipo de artefacto con alguna habilidad en particular, si no más bien de un verdadero portal hacia una o más dimensiones, capaz de conllevar consecuencias que no son propias de nuestro mundo. Uno de los primeros casos con los que me encontré, fue durante mi adolescencia, al leer la obra de H.P. Lovecraft, que debido a su género literario y su singular lenguaje realiza referencias constantes a otros mundos inimaginados. En aquel tiempo fue de mi especial interés su cuento titulado El morador de la tinieblas, el que cuenta el hallazgo de un objeto que él denomina Trapezoedro Resplandeciente, el cual se define literalmente como “una ventana abierta al tiempo y al espacio, remontando sus orígenes a los días en que fue tallado en el enigmático Yuggoth, muchísimo antes de que los Primordiales lo trajeran a la tierra.” Gracias a una completa oscuridad lo que se libera del interior de este Trapezoedro Resplandeciente es un horror tal, que ni siquiera el mismo Lovecraft se atrevió a describirlo en su totalidad.
Los objetos que hasta aquí he descrito contienen formas geométricas que varían, pero cabe resaltar que en la mayoría de los casos que cito, estos tienden a adoptar una forma esférica, porqué? No es de extrañar que la esfera ha sido catalogada con frecuencia como una figura perfecta, algo que puede ser testimoniado desde los primeros conceptos filosóficos y religiosos en occidente, hasta la creación de los cuerpos celestes visibles que hoy conocemos desde la perspectiva astronómica. En el Timeo, Platón describe a la esfera como la figura más perfecta y más uniforme, porque todos los puntos de su superficie equidistan de su centro. A su vez a lo largo de la historia muchas veces la esfera fue identificada con la divinidad, por ejemplo en el siglo XII, el teólogo Alain de Lille descubre que: “Dios es una esfera inteligible, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”. Uno de las perspectivas más interesantes al respecto es declarada elegantemente por el gran Giordano Bruno: “Podemos afirmar con certidumbre que el universo es todo centro, o que el centro del universo está en todas partes y la circunferencia en ninguna.”
Creo que quien dio el paso en la concepción de los objetos de poder en la literatura y la cultura contemporánea fue H.G. Wells, si no estaré equivocado, quien en 1897 escribió un cuento de ficción bajo el titulo de The Crystal Egg, el cual habla de un anticuario que entre las muchas cosas que vendía, tenía un huevo de cristal, en el momento en que aparecen compradores interesados, él decide sacarlo de la venta y ocultarlo en la casa de un amigo; allí, luego de observarlo detenidamente, gracias a un leve rayo de luz, el anticuario y su amigo comienzan a ver un paisaje en el interior del huevo, los detalles se amplían y ven seres vivos y construcciones, finalmente ven una serie de columnas y sobre ellas huevos de cristal similares al que tienen en su posesión. Lo que veían a través del huevo resultaba ser el planeta Marte.
Una idea posterior fue la creación de los Palantiri, por J.R. Tolkien. Primeramente es mencionado un Palantir en la trilogía del Señor de los anillos, el cual era una piedra esférica con la habilidad de cumplir dos funciones, por una parte servia para ver acontecimientos y regiones lejanas, el poseedor del Palantir se ubicaba en una dirección determinada y podía extender su visión hacia esa dirección; por otra parte servía como un canal de comunicación mental hacia otro individuo que poseyera otro Palantir, que en el caso de esta historia los Palantiri actuaban como nexo entre Saruman y Sauron, y secretamente el senescal de Gondor también poseía un Palantir por medio del cual lograba ser controlado al placer de Sauron. Posterior a la muerte de Tolkien, se publica un ensayo escrito por él llamado Las Palantiri, en el cual se describe con mayor detalle todo lo referente a la historia de estas piedras esféricas construidas por los Noldor, quienes obsequiaron siete Palantiri a la Casa de Elendil en Númenor durante la segunda edad, aunque en total se cree que eran ocho. Desconozco si los Palantiri de Tolkien fueron inspirados en los huevos de cristal de Wells, o al menos influenciado, pero sin duda guardan demasiadas semejanzas entre sí.
De lo que no cabe duda es que uno de los relatos más influyentes para mí y también quizás el mas importante en la historia de las esferas fue inspirado gracias a la obra de Wells: El Aleph. Uno de las narraciones más paradigmáticas de Jorge Luis Borges publicada en 1945. En este se desarrolla una trama de amor y a la vez una rivalidad intelectual entre Daneri y el mismo Borges, confundiendo constantemente los límites entre lo real y lo ficticio. El Aleph aparece como un tercer hilo narrativo, que sin embrago es el núcleo de la narración. Qué es un Aleph? Borges lo define como “uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos”. Una definición muy simple para lo que resulta ser una de las cúspides del realismo fantástico. Este Aleph es encontrado en el sótano de una vieja casa, y sólo puede ser visto estando acostado en el suelo, una prueba de cómo lo ridículo y desapercibido puede terminar por ser lo más impresionante. La experiencia que narra Borges al ver el Aleph, es lo más revelador que he leído hasta ahora: “En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré…” Lo que continua, es una descripción que me recuerda en parte la visión de la forma universal del dios supremo del Bhagavad Gita.
Por increíble que parezca, Borges nos dice que cree que existe o existió otro Aleph, y que este Aleph, era un falso Aleph. Argumenta entregando una serie de testimonios sobre la existencia de otros Aleph a lo largo de la historia, como el que yace en el interior de una columna de una mezquita en el Cairo que aunque nadie la puede ver, al acercar “el oído a su superficie se percibe, al poco tiempo, su atareado rumor”. Todos estos, permanecerán perdidos en el entramado mundo de la ficción-realidad.
No creo en una división estricta entre lo real y lo irreal, a menudo pienso que todo lo imaginable puede ser real, así como todo lo real podría ser parte de una imaginación. A estas alturas es inútil descartar de primeras las excéntricas teorías sobre el origen de todo y de nada. Pues ahora hablaré sobre cómo todas estos elementos que aparentemente pertenecen a la fantasía y a la magia son eventualmente posibles y hasta el momento, la teoría permitiría la existencia de estos objetos aunque nunca han sido capturados y examinados por la ciencia.
Creo que todas las esferas y objetos que he mencionado son potenciales agujeros en el espacio-tiempo, y que al parecer existen muchos tipos de agujeros y serían mucho más común de lo que la física hasta el día de hoy ha podido comprobar. Por ahora los únicos agujeros conocidos por la ciencia son los agujeros negros supermasivos y los de masa estelar, ya que interfieren en gran parte de nuestro universo, y aunque no son visibles, sus consecuencias si lo son. Los otros aun no se conocen en la practica por ser demasiado pequeños o estar muy bien camuflados o bien por ser realmente escasos. En este grupo pertenecen los agujeros blancos y los agujeros de gusano, categorías dadas por el traspaso de la materia. En 1783 el geólogo John Michell fue capaz de postular un cuerpo tan denso que ni siquiera la luz podría escapar de él. Ha inicios del siglo XX los avances de Einstein, Schwarzschild y Chandrasekhar, entre otros sobre la relatividad general configuraron la idea de cuerpos con grandes fuerzas gravitatorias capaces incluso de moldear la luz. En 1939 Oppenheimer predijo finalmente el colapso gravitatorio generado por una estrella masiva. Todo esto sentó las bases del trabajo de científicos actuales como Hawking y Penrose. Con el tiempo se han aportado más detalles y certezas sobre el radio de Schwarzschild, el horizonte de sucesos, el disco de acrecimiento, etc, aunque la singularidad quizás continue siendo un misterio para la humanidad por mucho tiempo.
El film Interestelar de Christopher Nolan sin duda aportó mucho a que más personas aceptaran con mayor naturalidad hechos evidentes y un conocimiento inevitable. En mi personal opinión esta cinta ha sido una de las que más me ha marcado, ante todo por su potente carga emotiva y las problemáticas temporales que plantea el viaje a través de agujeros. La simulación tridimensional de los agujero de gusano y agujero negro es simplemente sorprendente. Creo que esta producción marca un hito importante que continuará siendo analizado.
Para que sean capaces de existir, tanto los agujeros negros conocidos, como los agujeros blancos y de gusano hipotéticos, pero no menos reales, la teoría nos dice que se requiere de una increíble cantidad de energía, impensada a escala humana. Pero la ficción y los mitos nos entregan considerables antecedentes de como estos pueden estar presentes en cualquier sitio casi al azar, y la energía utilizada deja de ser importante para su persistencia en el tiempo, debido a que la energía en el fondo es infinita y está en todas partes. Una forma de vida más avanzada que la nuestra sería capaz de utilizar la energía del vacío a su conveniencia y sin ningún obstáculo.
Todos los agujeros concebidos por la ciencia centran sus problemáticas en la materia y la gravedad principalmente. En teoría un agujero de gusano actúa como un atajo entre el tiempo-espacio uniendo dos puntos. Bajo la perspectiva del flujo de materia aun resulta incatalogable el concepto del Aleph, pues este a diferencia de los agujeros, es un punto en el que confluyen todos los otros puntos existentes, aunque sigue siendo un agujero, pertenecería a otro tipo aun no teorizado, el cual se diferencia en los puntos que es capaz de confluir, y que, insisto, sin embargo no deja de ser menos real. Me atrevería a ir un poco más allá, así como los textos vedicos nos hablan de Akasha o los registros akáshicos, quizás todos guardemos un Aleph en nuestro interior, en el fondo de nuestras mentes, al cual sólo debemos desarrollar la capacidad de acceder a él.
Finalmente, todo este esbozo semi-cronológico de los agujeros-esferas y de los objetos de poder es sólo para develar una verdad ineludible… creo fervientemente que la verdad acerca de los universos y la materia es, que habitamos en un delgado velo entre muchos otros, carente de linealidad, rugoso, agrietado, arrugado y agujereado, que sin embargo, nos hace creer vivir en una matriz libre de imperfecciones, una aparente estabilidad engañosa la cual solemos llamar realidad.